Aínda que tradicionalmente a ciencia occidental separou a mente (que pensa) e o corpo (que sente), cada vez novos descubrimentos suxiren que a mente non reside necesariamente no cerebro, senón que viaxa por todo o corpo en caravanas de hormonas e encimas que conforman os sentidos.
O sentido do tacto é aquel que nos permite percibir as calidades dos obxectos e os seres que nos rodean. Sentimos a presión, a temperatura, a textura ou o grao de dureza daquilo que tocamos. Como sinala Montagu en A mente da pel, os seres humanos podemos vivir se carecemos dos outros sentidos, pero énos imposible sobrevivir sen as funcións que desempeña a pel. O tacto afecta a todo o organismo, así como á cultura no medio da cal vive e aos individuos cos que se pon en contacto.
Esta proposta xurdiu para imaxinar como sería o tacto doutros seres ou animais: serían suaves ou ásperos, cálidos ou fríos, fráxiles ou fortes? pero tamén, como sinten? . Para iso partimos da técnica do frottage, ou fregado de superficies, que nos permite rexistrar as texturas da nosa contorna.
Nun primeiro momento capturamos as superficies dos obxectos que nos rodean, fregando cun grafito, lapis ou cera sobre un papel e observando con atención o seu rexistro.
A continuación, trasladamos esas superficies a seres que imaxinamos conformando así un xogo de metáforas visuais, onde as calidades dunha cousa transfírense a outra, creando novas conexións entre diferentes elementos.
Os seres, reais ou imaxinados, créanse a partir dunha composición de diferentes manchas feitas con frottage e, finalmente, engádeselles algún pequeno elemento cun útil trazador (uns ollos, unhas antenas, uns pelos), para salientar na idea de ser vivo.
Con esta proposta, queremos poñer en valor o sentido do tacto, un sentido que normalmente non é tido en conta no ámbito educativo e lembrarnos así a súa importancia como aquilo que nos conecta cos seres vivos. Pensar coa pel é unha forma de sentir e pensar ao outro e a nós mesmos.
La piel que somos
Aunque tradicionalmente la ciencia occidental ha separado la mente (que piensa) y el cuerpo (que siente), cada vez nuevos descubrimientos sugieren que la mente no reside necesariamente en el cerebro, sino que viaja por todo el cuerpo en caravanas de hormonas y enzimas que conforman los sentidos.
El sentido del tacto es aquel que nos permite percibir las cualidades de los objetos y los seres que nos rodean. Sentimos la presión, la temperatura, la textura o el grado de dureza de aquello que tocamos. Como señala Montagu en La mente de la piel, los seres humanos podemos vivir si carecemos de los otros sentidos, pero nos es imposible sobrevivir sin las funciones que desempeña la piel. El tacto afecta a todo el organismo, así como a la cultura en medio de la cual este vive y a los individuos con los que se pone en contacto.
Esta propuesta surgió para imaginar como sería el tacto de otros seres o animales: ¿serían suaves o ásperos, cálidos o fríos, frágiles o fuertes?, pero también ¿ cómo sienten? . Para ello partimos de la técnica del frottage, o frotado de superficies), que nos permite registrar las texturas de nuestro entorno.
En un primer momento capturamos las superficies de los objetos que nos rodean, frotando con un grafito, lápiz o cera sobre un papel y observando con atención su registro.
A continuación, trasladamos esas superficies a seres que imaginamos conformando así un juego de metáforas visuales, donde las cualidades de una cosa se transfieren a otra, creando nuevas conexiones entre diferentes elementos.
Los seres, reales o imaginados, se crean a partir de una composición de diferentes manchas hechas con frottage y, finalmente, se les añade algún pequeño elemento con un útil trazador (unos ojos, unas antenas, unos pelos), para enfatizar en la idea de ser vivo.
Con esta propuesta, queremos poner en valor el sentido del tacto, un sentido que normalmente no es tenido en cuenta en el ámbito educativo y recordarnos así su importancia como aquello que nos conecta con los seres vivos. Pensar con la piel es una forma de sentir y pensar al otro y a nosotros mismos.
Me gusta leer estas propuestas en sintonía, con los que proponen y los que responden. A Vicente y Salvador, a Silvia… Punto de partida con una propuesta tan rica como sugerente, un puente que salta desde la estética visual del frottage, a la textura de la piel sentida de otros “bichos” reales o imaginados… como una sinestesia, entre dibujar y tocar.
Y como un canto a varias voces, después leer a Silvia Majoral explorando más allá, poniéndonos no ya en nosotros, sino saltando al narrar, a como se siente uno en la piel del perro, gato, hormiga o lagartija…saliendo de nosotros mismos… y también en lo mucho que niños y niñas saben y gustan de tocar y acariciar animales diversos…
Leía esta propuesta pensando desde la perspectiva del lenguaje oral y podría ser también preciosa. ¿Como siente un perro/gato? ¿A través de las patas? ¿Se lo permiten sus almohadillas? ¿Cuando les acariaciamos qué hacen? ¿Les gustan las caricias en todas partes? Los niños que viven con animales pueden explicar sus experiencias. Los caballos reaccionan diferente si les tocas la cara o detrás... ¿Y las vacas? ¿Las hormigas también tienen sienten a través de su piel? ¿Y las lagartijas?
¿A todos nos gusta tocar el mismo tipo de superficies? ...
¿Qué sensación te produce acariciar un animal? ¿Tomar el sol? ¿El viento? ¿Y hacer correr el dedo sobre papel de lija? ¿Y si jugamos a tocar algo con los ojos cerrados?