Os monicreques están presentes en todas as culturas do mundo. A súa orixe remóntase ás primeiras civilizacións humanas cando os nosos antepasados, á calor das fogueiras, descubriron as sombras proxectadas nas paredes. Nos seus inicios, os monicreques confeccionábanse con peles de animais e madeira. Eran figuras planas deseñadas para o teatro de sombras. Co tempo, comezaron a elaborarse figuras tridimensionais talladas en madeira, e posteriormente, os materiais modernos como o papel maché e os plásticos incorporáronse á súa fabricación. De feito, os monicreques preceden ao teatro mesmo e serviron historicamente para representar personaxes ligados á relixión, os heroes ou os deuses de diversas culturas do mundo*.
O valor educativo dos monicreques na infancia é inmenso: mediante eles, os nenos e nenas poden dar forma ás súas ideas e sentimentos, así como imaxinar e representar historias ou acontecementos. Os monicreques fomentan a comunicación, tanto verbal como non verbal, promoven a cooperación, desenvolven a habilidade de escoitar aos demais, estimulan a creación de personaxes propios e facilitan a transmisión de coñecementos. Non é casualidade que recoñecidos artistas e educadores se interesaran polos talleres de monicreques. Un libro que recomendamos sobre unha experiencia de talleres coa infancia é Títeres en el taller, de Beatriz Trueba e José Luis Rodriguez de la Flor
Nesta entrada queremos incidir na importancia de crear un monicreque. Podemos construílo con calquera cousa. Só necesitamos dun obxecto e o noso corpo para activalo, pero tamén, e máis importante, dunha alma. Crear un monicreque é darlle vida a algo inerte. Darlle alma –animar– a un monicreque é, por así dicilo, unha maneira de transmitir a nosa enerxía; de darlle un xesto, un son, un movemento e facelo propio. Ningún monicreque é o mesmo cando cobra vida nas mans de alguén diferente.
Mirari de Títeres Babaluva, deunos un fermoso taller de creación de monicreques de mesa. Empregando cinta de pintor e papel de xornal para crear o volume e corda e paus para articulalo, elaboramos por partes o noso boneco: cabeza, corpo, e extremidades. Aínda que finalizados se poden pintar, neste taller decidimos deixalos en branco, deixando abertos os imaxinarios.
Posteriormente colocamos paus na parte posterior da cabeza e o corpo, (nalgúns tamén nunha man), para sostelos e darlle movemento. Así comeza a parte de dar vida ao noso monicreque. Como nos explicaba marabillosamente Mirari, unha vez terminado, é moi importante collelo entre os brazos e espertalo aos poucos, miralo aos ollos e que nos mire, desvelar os seus propios movementos a partir dos nosos, observalo, aprender con el. Trátase, en definitiva, de descubrir con asombro de neno a maxia da creación artística: que aquilo que creamos vive, ao mesmo tempo, dentro e fóra de nós.
*Máis información sobre a historia do monicreque pódese atopar no artigo El títere es un vehículo de crecimiento grupal
Títeres de mesa
Los títeres están presentes en todas las culturas del mundo. Su origen se remonta a las primeras civilizaciones humanas cuando nuestros antepasados, al calor de las hogueras, descubrieron las sombras proyectadas en las paredes. En sus inicios, los títeres se confeccionaban con pieles de animales cazados y madera. Estas figuras, planas, estaban diseñadas para el teatro de sombras. Con el tiempo, comenzaron a elaborarse figuras tridimensionales talladas en madera, y posteriormente, los materiales modernos como el papel maché y los plásticos se incorporaron a su fabricación. De hecho, los títeres preceden al teatro mismo y han servido históricamente para representar personajes ligados a la religión, los héroes o los dioses de diversas culturas del mundo*.
El valor educativo de los títeres en la infancia es inmenso: mediante ellos, los niños y niñas pueden dar forma a sus ideas y sentimientos, así como imaginar y representar historias o acontecimientos. Los títeres fomentan la comunicación, tanto verbal como no verbal, promueven la cooperación, desarrollan la habilidad de escuchar a los demás, estimulan la creación de personajes propios y facilitan la transmisión de conocimientos. No es casualidad que reconocidos artistas y educadores se hayan interesado por los talleres de títeres. Un libro que recomendamos sobre una experiencia de talleres con la infancia es Títeres en el taller, de Beatriz Trueba y José Luis Rodriguez de la Flor
En esta entrada queremos incidir en la importancia de crear un títere. Crear un títere es darle vida a algo inerte. Podemos construirlo con cualquier cosa. Solo necesitamos de un objeto y nuestro cuerpo para activarlo, pero también, y más importante, de un alma. Darle alma –animar– a un títere es, por así decirlo, una manera de transmitir nuestra energía; de darle un gesto, un sonido, un movimiento, y hacerlo propio. Ningún títere es el mismo cuando cobra vida en manos de alguien diferente.
Mirari de Títeres Babaluva, nos dio un hermoso taller de creación de títeres de mesa. Empleando cinta de pintor y papel de periódico para crear el volumen y cuerda y palos para articularlo, elaboramos por partes nuestro muñeco: cabeza, cuerpo, y extremidades. Aunque finalizados se pueden pintar, en este taller decidimos dejarlos en blanco, dejando abiertos los imaginarios.
Posteriormente colocamos palos en la parte posterior de la cabeza y el cuerpo para sostenerlos y darle movimiento. Así comienza la parte de dar vida a nuestro títere. Como nos explicaba maravillosamente Mirari, una vez terminado el títere, es muy importante cogerlo entre los brazos y despertarlo poco a poco, mirarlo a los ojos y que nos mire, observarlo, desvelar sus propios movimientos a partir de los nuestros y aprender con él. Se trata, en definitiva, de descubrir con asombro de niño la magia de la creación artística: que aquello que creamos vive, al mismo tiempo, dentro y fuera de nosotros.
*Más información sobre la historia la historia del títere en el artículo El títere es un vehículo de crecimiento grupal
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